Ponerme en los zapatos de las personas de bajos recursos es complicado, pues le toca a uno ir a tocar las puertas para pedirle a la gente que allí habita algún suplemento para poder suplir las necesidades más básicas de supervivencia: comer y vestir. Sometiéndose uno al rechazo y la humillación, o en el mejor de los casos a la gloria llamada Solidaridad.
Esta experiencia me dejó marcado, y me llenó de admiración a esas personas que tienen que salir a diario a pedir en las puertas de las casas cualquier cosa que calme sus necesidades. Quedé satisfecho y de ahora en adelante, cualquier cosa que pueda darle a este tipo de personas, se las daré, y no es por obligación sino por satisfacción, ya que aporto un grano de arena para que el mundo cambie su forma de pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario